¿Y si te dijera?

¿Y si te dijera que no estuve en tu casa anoche? Que no era yo el que bebió a tu lado el vino prodigioso, el que te desvistió con más prisas de las aconsejadas, el que se tumbó a tu lado. En definitiva, que yo no…¿Pero y si antes de que me respondieras te dijera que era yo? Me dirías que me deje de juegos. Te diría que no es un juego. Te diría que era yo pero no era yo. Empezarías a poner cara de culo y dirías que si no quiero seguir con esto, lo que quiera que esto sea, que hay formas más convencionales de darlo a entender, de comunicarlo. Yo, entonces, morigerando tu enfado, tomándote de las manos, te diría que no, que nada que ver, que voy por otro lado. Vos, entonces, dejame de joder, ¿qué querés? Yo: sólo que pienses por un momento que ayer estuviste conmigo pero que no era yo. Vos: Ah, no; encima de dejarme, me querés hacer sentir culpable de una infidelidad… cuántica… Vos estás en pedo. No – yo otra vez -, no puede haber infidelidad puesto que estabas conmigo… pero, claro, a la vez… si yo no era ese, aún siéndolo, un grado de infidelidad habría… eso no lo había pensado; ahora, no sé cómo calificar este… engaño, ya que me engañaste conmigo… ¿Ves? – ella -; a darle vueltas a la manivela de fabricar las boludeces tan típicas en vos. Como el señorito no sabe cómo, o no sabe si quiere, cancelar la relación o la amistad más que rozada ya, se inventa sus subterfugios característicos. No, no – yo -; era sólo un ejercicio mental, pero claro, es que podría haber sido así… con lo cual, cómo seguir con alguien que se puede acostar de manera tan campante con otra instancia mía a mis propias espaldas o tórax – a saber -. Vos cada día – ella – estás más neurótico. O pelotudo. O una mezcla implosiva de ambas. Mirá, dejame de joder con tus mambos, tus desavenencias metafísicas. Ella se va. Yo me quedo (condición inevitable para que alguien se vaya, pienso, mientras se cierra la puerta: alguien debe quedarse, o algo, para constatar la partida de una otredad). Es que, pienso en voz alta, realmente, se puede dar el caso… ¿Tan simples somos que ocurrimos en un solo instante cada vez? ¿Cómo seguir con alguien que pone en duda la posibilidad, aunque sólo sea remota, de no estar, estando, con quien sea que esté? ¿Yo mismo, ayer… en el fragor de la carnalidad, estaba con ella y estaba con Anouk Aime… Lo que es más complicado que estar con ella en todas sus instancias, puesto que exigiría una concentración descomunal por su parte para comparecer tan aglutinada, condensanda. Pero… ¿y ahora qué hago? Porque ella no vuelve más. Y, vaya contriedad, tampoco regresará ninguna de sus instancias posibles – y si volvieran de manera particular, individual, no sé si sabría reconocerlas, con lo cual, no estaría conscientemente con ella, etcétera -. Yo no volvería… A veces me dejo llevar por la mente y plieges peligrosos, dejo que perpetre, con o sin mi permiso – ella (la mente, no quien acaba de hacer mutis permanentis) apela a la sumisión predecible de éste, que soy yo, que obedece -. ¿Por qué seré como soy? ¿En alguna otra parte, en otro universo, seré un poco más práctico; es decir, menos boludo?

 

© Marcelo Wio

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