
Prehistoria
Antes de la palabra, el silencio de la figuración: realidad sin interferencias, sin intermediarios.
Antes de la palabra, el enigma – que es todos los interrogantes y todas las certadumbres revueltos en todos los estados.
Antes que la palabra, la simiente del concepto. Y, antes aún, la desesperación primordial.
En curso
Luego de la palabra, la regla, la solemnidad, la distancia, la técnica;
el código: la representación (de la realidad), y su comercio.
Luego de la palabra, el rigor (sistematizado);
la orden: la sumisión, la obediencia.
Luego de la palabra, la diferencia, el privilegio: engaña explicación: oculta sentido.
La palabra y la mirada configuran un contra-mundo. Decir y mirar, suplantan.
La realidad, disminuida a una exégesis.
Meta-curso
La palabra resucita al objeto; precursor, a su vez, de (la exigencia de concebir) la palabra.
La palabra no es el revés del silencio: es su cancelación (transitoria).
E instala, la palabra, extranjera, el territorio de lo íntimo;
y se instala, la palabra, en él, en el de la duda, en el de la reflexión
y apabulla la introspección con lo externo.
Cf.
Mirar con los ojos de las palabras: lanzarlas
como sabuesos contra el futuro
a arrancarle porciones de convicción
o de reconfigurado pasado.
Politica addendum
Terminó de decir nada en tantísimas palabras, que pareció que había dicho realmente algo,
un sentido.
El público permaneció en silencio, esperando, acaso, que el tiempo los volviera a alcanzar. O dudando de su capacidad de entendimiento.
Pero volvió a hablar – esa especie siempre vuelve a hacerlo; tiene que hacerlo – a pronunciar ese vacío paradójico: con cuerpo y consecuencias. Y pronunció
un significado que era una versión apenas distinta de lo anterior: las mismas geometrías desprincipiadas – sin lados, sin ángulos, sin figuras.
Pero aquellos que oían como si el otro realmente dijera, lo votarían igual. Después de todo, era una cuestión de ideología sin ideología: palabra sin significado, sin compromiso. Eso que alguno denominó con acierto estupidez: una palabra de tantas.
© Marcelo Wio
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