Qué prematura llevas la muerte
en tus párpados lóbregos como el rastrojo
enmohecido.
Y qué quieres, si somos sangre tan usada – derramada
y recogida sucesivamente. El mismo hilo
de uno a otro; riacho mísero que salta
y cada vez, pierde algo de aliento o lo que sea
que aún conserve.
El mismo. Cansancio. Que (se) interroga.
Tal cual. Por qué a todo. Mientras estamos
como aguardando la comunión o la filosofía
o el verso o ese aguardiente que se bebe sin ganas,
como prescrito por un cura sin fe o por un impulso
derrotado.
Por qué. Siempre. O para qué. Que es
lo mismo pero con pretensión o esperanza.
Preguntas que son formas de respondernos: estamos. Que somos
algo más que pequeños acontecimientos que no pertenecen
a ninguna aritmética de consecuencias o memorias.
Sombra. Nada más. La de los párpados, que dices; la que apenas
traza el suelo contra el aire: leve sustancia suficiente
para frotarse las dificultades.
© Marcelo Wio
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