Crecen a los costados del camino
sus refutaciones áridas y duras
como a las cartas les nace el reborde reseco y erosivo
que termina por fabricar el olvido o los borradores
del tormento.
Y allí, detrás de los monasterios si fe
se elevan como gestos de una mano
que reivindica una compensación
a tanta abnegación y adulación.
Como conscupiscencias y alabanzas extasiadas
se yerguen entre los pastizales blancuzcos
ásperos y tenaces: pura fatiga y decepción.
Mas, qué es aquello que prospera
que se alza
sin el escrúpulo de la mortalidad y la memoria.
Un grito sin sonido. Un tacto sin afecto.
La desvitalidad. O el mundo
expandiéndose sobre sí, para gastarse.
O los capilares de las posibilidades desechadas.
Quién puede saberlo, encontrándose
como se encuentra, en medio de esa proliferación
breve.
© Marcelo Wio
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