Juguemos a poesiar, ludicando las seriedades y los escrúpulos.
Poesiemos el juego – de mesa, de salón; en equipo, individual. Arrebatemos las palabras a los mistagogos y a los anunciantes de rebajas en el precio de los recambios de moral y afeitadoras para él y para ella – esas que desforestan los rostros y desmalezan las piernas.
Juguemos en el bosque pero cuando el lobo esté; y la loba y Rómulo – el más pollerudo de los hijos; el otro, lejos en los mares del sur oficiando de su nombre en una goleta que se le escapó a Mutis de una página.
Jugar a la poesía para que la realidad se despiste, baje la guardia y sus paños menores.
Vivir en verso – o del verso -, jugar en rima, poesiar con la punta de una gambeta.
© Marcelo Wio
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