El accidente: que mi mirada, ociosa, dispersa, volátil, atravesara la trayectoria de tu sustancia. El evento: creer que el hecho de observarte te hipostasiaba. El resultado: dudar de vos. Tal vez por eso fue imposible nuestra relación desde un principio: no me fio de mis elucubraciones. El desenlace: que doblaste en una esquina y agradecí al azar que maquilló mi cobardía. Yo seguí unas cuadras más, conversando con vos, seduciéndote al amparo de las teorías de Everett interpretadas al tuntún.
© Marcelo Wio
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