La Logia de los Siestólogos se reúne a dormir rotundas y resonantes siestas en el Parque del Retiro, en los jardines de Luxemburgo, en el parque Friedrichshain o en el Regents Park. Bajo un árbol (o una congregación tupida de ramas), apiñados como despojos de un otoño tempranero y descuidado, se entregan a esa comparsa de ronquidos, apneas y profundidades soñadoras durante dos o tres horas, o lo que toque.
La logia sostiene que los sueños de ese reposo obran como un fabuloso engrudo para rejuntar la voluntariosa urdimbre inconsciente de la sesera humana. Y estiman – o esperan – que ese apelotonamiento siestero se acompase y termine por sincronizar sus frecuencias de amodorramientos que, según sus cábalas – o creencias -, redundará en una macilla psíquica sumamente conveniente para recibir ese material desparramado en el despiporre neuronal perseverante.
Eso sí, aún no tienen plan alguno de utilización para esa pella mental – suelen quedarse dormidos a mitad de sus debates -. Los Conspiradores de la Vigilia, por su parte, sostienen que es pura monserga para justificar holgazanerías – y otras actividades ilícitas que llevan a cabo algunos que se acercan a la logia con fines de erotismo de lo más ingenuo -.
© Marcelo Wio
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