La distiancia entre las luces incumplidas y
entre las sombras prometidas,
difiere
la definición de tu rostro – cuando,
directamente, no la cancela.
Mancha de voz irreconocible
que parece estar alejándose siempre: un instante más lejos,
más difuso
cada vez.
Acaso el rostro sea el mío. A fin de cuentas
– contadurías del ánimo -,
me relaciono a través de interrogantes (y reproches)
conmigo mismo. ¿Y quién no?
Quién que no ha cedido a las prepotencias fatuas que ofrece la vida
como un consuelo o
un engaño – quizás ambos sean una misma estrategia,
en definitiva.
Se escapa la identidad: la verídica,
no las que se postulan como ocasiones en un
catálogo,
de esas
de usar y tirar: vacíos de burbujas, orgullos, neón, látex y olvido.
© Marcelo Wio
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