Fabricamos símbolo
aún sin saberlo
para que otros puedan perderse
en la amable excusa de su reclamo
de exégesis y místicas y convenios – como nosotros
sucumbimos a la tentación de pretéritas metáforas
para eludir
el recelo de explicarnos (tan transitorios, tan biológicos),
creyendo
que, en ello, paradójicamente yace
el principio del discernimiento
como contraseña
para diferir el restablecimiento de los fragmentos
que somos (que desperdigamos, más bien); de la vida
que tanto tememos, como si fuésemos
ajenos a ella
para pretender ser el límite mismo
entre la imposibilidad
y la inevitabilidad
Y compone, el ingenio, un espíritu
de negación: invariablemente retorna al punto mismo
desde el que prometía conducirnos a
decisivos descubrimientos.
Dejando al alma
sin ánimo
de síntesis ni de idealización: aterrada
quietud
que finge progresión comenzando,
vez tras vez, el mismo proceso. La misma
desesperación.
Fabricamos coartada.
© Marcelo Wio
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