Expedito

 

Un papel verde. Desteñido. Bien doblado (las marcas indicaban que había sido doblado y desdoblado muchas veces). En el bolsillo derecho del pantalón. No, miento, en el izquierdo. A ver. Sí, en el izquierdo. Estaba decúbito prono cuando revisé sus bolsillos, yo en cuclillas de a su lado (izquierdo). Y lo vi. Una punta verde. Como una lengua en una abertura tela. Decía: Belmondo, Eduard. Natural de Les Vans. Nacido el 5 de marzo de 1939. Y por lo que parecía, fallecido no hacía más de doce horas – la autopsia ya proporcionará exactitudes. Un golpe evidente en la parte posterior de la cabeza. Gran cantidad de sangre a su costado (derecho; el rostro, con esa mirada de estúpida sorpresa que suele quedárseles a los seres en estas circunstancias, mirando hacia su derecha, como si hubiese querido vigilar el papel verde). No había billetera. Ni otra propiedad que las ropas que llevaba y su propio cadáver.

No figura ningún Belmondo, Eduard en los registros policiales ni civiles. En Le Vans no vive ningún Belmondo ni, según la gendarmería, nadie sabe que alguna vez haya vivido alguno. Ergo, Belmondo, Eduard no era Belmondo, Eduard. Según el forense, murió de un traumatismo craneal provocado por un objeto contundente (encontró trazas de hierro y boñigas en la herida). Manos de no haber trabajado en su vida, según el galeno. Dientes de no habérselos lavado en su vida y producto de una dieta pobre en todo sentido, también el galeno. Ictericia. Estado del hígado, irreconocible, según el médico forense. Además, el hipocrático…

Ya, no hace falta que siga, me hago la idea. E hipocrático no es sinónimo de médico. No invente.

Creo que sí, jefe.

Creer no es estar seguro. Y yo lo estoy.

Bien podría haberse caído. Pero no encontramos ningún elemento – metálico ni de ningún otro material – que se ajustara al objeto descrito. Y qué me cuenta a mí, yo le estoy diciendo que podría haberse caído. Que el golpe se condice tanto con una caída como con una agresión; la contundencia no llegaba a ser la que podría aplicarse si se golpeara con ganas. Podría haberlo querido asustar… Usted es el policía. Yo le digo lo que veo como médico. Nada más. Muchas gracias, doctor. No soy doctor, no me doctoré. Soy médico; llámeme Armand. No sabía que se llamaba Armand. Porque no me llamo Armand, me llamo Soleil. Detesto ese nombre. No se imagina lo que fue mi niñez. El niño sol. Solcito. En fin. Mis padres eran hippies. Además de imbéciles. Llámeme Armand, y punto. Y no se le ocurra andar ventilando mi verdadero nombre por ahí, sino, en adelante, las autopsias de sus casos lo conducirán irremediablemente a discurrir por bacheados senderos circulares, y eso en el mejor de los casos;  en el peor, a tener que apresar a algún familiar que le sea muy querido. Vale, vale, no se preocupe.

Según el forense, bien podría haberse caído. No puede concluir que fuera accidente u homicidio. Además, el lugar donde está la herida, concuerda con un resbalón y posterior golpe. Y el hombre estaba encharcado en alcohol. De hecho, el análisis de sangre, según el ayudante del forense, no encontró restos de sangre; todo vino de una calidad miserable.

¿Encontraron el objeto que se menciona en la autopsia?

No.

Podría haber sido una barra de hielo.

¿Le parece, jefe? Allí, en medio de nada…

Es una posibilidad.

Supongo.

No suponga. Crea en la multiplicidad de hipótesis. Luego ya va acotando a medida que va encontrando nuevas evidencias, que va haciendo nuevas observaciones. Método, Emilien.

Jefe, ¿todo eso por un desconocido intoxicado?

¿Ve como ya va queriendo entender?

¿Qué cosa?

Cuando parece que sí, no. Está muy verde usted, Emilien. Muy verde aún. Pásele el caso a Maurice. Y usted, de aquí a fin de año, se pone al lado de Sandrine para que vea cómo se trabaja aquí.

Pero…

Ni peros, ni peras ni mangos fuera de temporada.

Pero, ¿quién es Sandrine?

Le doy su dirección. Está de baja. Por fallecimiento. No ponga esa cara, hombre, no ha fallecido. Murió su perro. Hace tres meses. Aunque nunca dijo nada de tener un chucho. Esa es Sandrine. La única que sabe de qué va la cosa. Pase una temporada con ella. Y aprenda. Le aviso que usted va de camino. Hala, tómeselas.

 

© Marcelo Wio

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