Instantes al margen

 

I.

Una insubordinación a las tantas de la madrugada en un bar de extrarradio. Alzados los parroquianos contra la claridad y las consecuencias de su nocturna entrega a los licores y las fabulitas sin lecciones, cubren las ventanas con bolsas de residuos, abrigos cariados, manteles y desesperaciones…

 

II.

Un hombre. A medianoche. Inmediatamente después de la lluvia. Caminando por el puerto. De pronto, se suspende un paso – que iba a dar con su pierna izquierda – en el momento que iba pisar un charco renegrido de noche y porquerías. Se suspende, porque no fue un ejercicio de su atenta voluntad. No es evitación, pues. Levita el pie sobre las aguas. Se anula el paso y, con él, el pie y la pierna, tan innecesarios de pronto. Y así con toda la estructura montada con finalidad motora. Cancelada. Y así con el resto de la configuración. A medianoche, el puerto vacío.

 

III.

En una esquina. Bajo una luz tan tenue que vierte más oscuridad que la noche. Ademanes: pocos, cansados. Palabras: livianas, breves, inútiles. Gestos: dos o tres; y un lunar. Espera, cree, una tregua.

 

IV.

Siempre dice lo mismo. A la misma hora. Sentado a la mesa del fondo del pequeño bar de carretera – que muchos aseguran que es una mera ilusión óptica – entre Tarapaca y Pachica. Dice: Adopta una forma de una buena vez, asume un gesto, una idiosincrasia que sólo se parezca a la del resto, conforma tu verdad –la que sea que puedas defender con éxito – es más, elige, a ser posible, una que fácilmente puedas imponer -. Una vez que lo hagas, disimúlate detrás de una alegoría de formas, gestos y certidumbres leventemente definidas; más bien, esquivas, inaccesibles, pero de las que mienten estrecha calidez, no de las otras. Y no comparezcas nunca. Entonces, aprovecha el tiempo para pensarte nuevas formas, idiosincrasias, rictus, y dudas que harás pasar por convicciones.

 

V.

Dijo George, ángel guardián de Whitman, completamente borracho y luchando – desparramo de plumas y esporádicas imprecaciones – contra el embrutecimiento y la geometría para entrar por la ventana: “No deje usted de cantar, querido Walt, descrea de las musas y los musos y, por el amor de dios, ábrame la puerta que hace un frío de mil demonios”.

 

© Marcelo Wio

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