Campaña de “concienciación”

Voz en off masculina. Imágenes de playa sin encanto colmada de gente inelegante. Un mar desprolijo, turbulento.

«Comprendió que el verano había concluido cuando los carámbanos de arena que colgaban del borde de la tela de las sombrillas comenzaron a derretirse, y a los árboles que penaban sobre la acera se les agotó la fuerza – o las ganas – para retener las hojas pegadas al grumo de savia o de lo que fuera.

Los jolgorios hiperbólicos desaparecieron de un día para otro, deshaciendo el entramado de benévolas imposturas estivales y arrojando a todo el mundo a la realidad de calefacciones, bufandas e introspecciones forzosas – indudables decepciones; vacíos implacables o lo que sean esas murmuraciones que se desatan y se desentienden del ser. De un día para otro, cada cual volvía a ser cada cual – que no es decir mucho -: las pieles mudadas esperando a que el viento alimente al mar con sus escamas: tostados, morenos, dorados, relajados restos de complaciente, tranquilizadora uniformidad.

La migración iniciada con afán de regreso, aunque el ánimo sea el de esos que marchan para ser sin ser en otra parte: para ser sin la ficción de haber sido lo que no se era: la feria de felicidades como intérprete falaz de sí mismos. Esa renuente estampida, como si alguien hubiese gritado una evidente falsa alarma o, peor aún, un director hubiese cortado la escena, terminó por convencerlo de la inevitabilidad del hecho: consumado el estío, consumido ese tiempo mísero, por delante se estiraba esa llanura ventosa del año: derogación de esencia, cree o siente o eso que se le empieza a ajustar como la corbata o el horario del metro, del trabajo, de la piscina, del cole de los niños: el reloj sustituyendo la negligencia de las sombras lánguidas y tardías.

Lo comprendió como se discierne lo inexorable: sin entenderlo – sin querer hacerlo. Con el falaz y exacerbado escepticismo que se practica con los pronunciamientos de los rivales. Pero lo que entonces alcanza a convencerlo a uno mismo de la inviabilidad de tales dichos – y acaso a alguien más -, se vuelve inútil ante las afirmaciones rotundas de la translación telúrica. Recogió la toalla, la revista que no había leído; se puso la camiseta y se calzó las chanclas de goma calientes y placenteramente reblandecidas. Caminó sobre la arena caliente con el ánimo chorreado, como si pugnara por regresar al territorio del que cree haber sido producto. Él mismo desvaneciéndose en parte: la estatura restituyéndose, la masa muscular desmintiéndose, la seguridad desinflándose. Tanto puede erigir la confabulación de unas pocas horas ociosas, la licencia para una semi-desnudez, y una mezcla partículas de roca en grano y agua salada: una esperanza que miente consumación.

Mas, si todo lo sólido se disuelve aire, qué no será pues de ese material inmaterial que sirve para la elaboración de las fantasías – y de más de un programa electoral. Y con los embelecos, termina por desvanecerse parte de quien cree ellos – poco importa el fervor con que se haga: la realidad no tiene una escala de credulidades».

Voz en off femenina. Imágenes de parques y avenidas anchas y luminosos de la ciudad.

«Por ello, desde la Secretaría del Contento, dependiente del Ministerio de Economía y Bienestar, recomendamos, para el ahorro emocional y pecuniario, desistir del acto de vacacionar. Sólo así, sin la interferencia de entelequias que son propias del universo de la publicidad y la propaganda de la frivolidad y lo artificial, podrán los ciudadanos verdaderamente ser. Ser para sí y para sus conciudadanos, sin las imposturas que exigen los peregrinos reclamos de la inanidad».

© Marcelo Wio

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