El sigiloso
Viento que sopla en silencio, con la precaución de no agitar hoja alguna. Viento que no se nota, que no se siente. Sigilo, es como lo llaman los aborígenes australianos. Es viento que trae calamidades a aquellos a quienes encuentra a la intemperie, dicen.
Cuando atardece sin estridencias – es decir, sin esas soberbias impresionistas -, mejor quedarse bien guardado, acosejan. Aunque más de uno ha maliciado una excusa de los granjeros para justificar su asiduidad tabernaria.
Inversión pluvial
Fenómeno que se da cuando llueve con mucha intensidad sobre una gran superficie de agua (lago) ubicada en una zona montañosa. En primera instancia, se observa un ambiente gris, más marcado, como ochorreado; lluvia y entorno parecen una misma humedad. Es entonces cuando, por un proceso desconocido (se ha llegado a proponer una inversión localizada de la gravedad), el lago se derrama sobre el cielo (igualmente acuoso; con un tinte como de ojo con cataratas). Las ondas en la superficie del lago, como esfínteres delicados, sutiles, convergen en lo que parecen movimientos peristálticos, para eyectar partículas (de ordinario, denominadas gotas) hacia la abstracción grisácea, blancuzca y deslucida – paradigma del vacío, de la nada – del cielo.
El lago, a pesar de esta donación de agua, mantiene su nivel – se cree que alimenta sus entrañas por una compulsión de higrometrías e insistencias fluidas, de ánimos de charco, impregnaciones y remojos -. Pero la creencia no es conocimiento, claro.
© Marcelo Wio
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