Se siembra la respiración sobre la vida,
expande sus influjos de vaivén
entre los descuidos
de la muerte
Se estira la sangre sobre la palma
donde se reflejan los destinos
que habrán de esquivarnos
Late la saliva sus pulsos
de deseo sobre la ingle
desvencijada, quieta como el centinela
de un recuerdo o una inviabilidad
se reproduce el frío y la lluvia
sobre el abrigo de los años
Para ingresar, de pronto, en la experiencia
como en la existencia misma o en la invitación
de un vientre como un reposo
o una despedida
Para vaciar de líquido las miradas
que colman los ahogos
hurtados al asombro o a las ejecuciones sumarias
En mi mano tengo un silencio azulado
y la memoria de un tacto que era
tuyo, quien quiera que hayas sido
© Marcelo Wio
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