
Si no he muerto aún es porque nadie vendrá
a mi funeral.
Hacerlo, pues, sería una frivolidad. O, más bien, una afrenta hacia los demás; pues se verían privados del sano ejercicio de la compasión; de la lástima, incluso.
Pero ¿quiénes son esos otros que ni siquiera sabrán de mi fallecimiento – acto que, por repetido, es tan banal? Cualquiera que no sea yo, evidentemente. Ergo, potencialmente todos. Porque, además, para qué individualizar – tan propio del rencor y el señalamiento.
Aquí estoy, pues, perdurando. Inútilmente. Desde hace ¿cuánto? No sé. Ya no cuento años ni recuerdos. A lo sumo, eras, marcadas por alguna gesta o vergüenza colectiva; pero terminan por parecerse unas a otras.
Si no he muerto aún es porque me he cuidado mucho de que nadie me conozca al punto de verse obligado o tentado
de venir a mi entierro.
© Marcelo Wio
Dejar una contestacion