El suelo lleno de aplausos – que el viento lleva de un lado a otro, creando formas informes, metáforas insultantes. El banco lleno de silencios y des-pesos – que el sol orea y las palomas vanamente picotean con afán de supervivencia. Las veredas llenas de migas de tacones y cenizas de palabritas – que la lluvia amasa en un barro ideal para moldear souvenirs de la soledad. La estación llena de ecos de adioses y obscenidades ineficaces – que el aire rancio que empujan los pocos los trenes breves, disminuidos, erosiona hasta la resignación. El tiempo lleno de minutos imprecisos, viscosos - que la noche fija en el duradero presente con una escarcha de desasosiegos. Y tú y yo llenos de distancia – que las miradas agrandan más que la evasiva ignorancia que construíamos con ocupaciones, actividades que nos mantenían alejados de la intimidad que no nos molestamos o atrevimos a inventar. © Marcelo Wio
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