Pospón el inicio de la melancolía. ¿Acaso
no la has diferido antes? Mil veces
has contado esa emigración, sólo para invocar
la parcela de lástima que crees
que te pertenece. No la digas. No ahora, espérate
a que pase el verano. Deja que la casa esté libre
de este aroma del calor sobre la piel
y del zumo de limón y de la arena
adherida a los pies.
Deja que la casa esté libre, aún un poco más,
de ese olor a arcón que al principio desprende tu relato;
y de esa niebla que irás dejando
tras de ti cuando finalmente te hundas
en el recuerdo o en el ánimo, aumentados.
No digas aún las palabras caserío y ejército
blanco y trigal y pogromo. Espérate
para decir luego ejército rojo y gulag
y puerto. Espérate. Aún entra ese aire
que sin esforzarnos mucho podemos confundir
con una felicidad
o una tregua.
©Marcelo Wio
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