Perspectiva e interrupción

Camina demoras.

Porque alguna vez fueron derrotas. Hoy es el temor a ellas: otra forma en que esos mismos abatimientos continúan obrando su influjo. Camina postergando.

No son, o fueron, derrotas.

Que sí, que se lo digo yo, que se las he conocido todas. Incluso aquellas de las que no se percató – el devenir da sus treguas, imagino -.

No digo que no haya tenido sus fracasos…

Lo dice como si hablara de alguien que haya intercalado algunas victorias.

No lo digo así; pero, en todo caso, nadie pierde siempre.

Él sí.

Pues bien, si a usted le gusta, él sí. Pero a lo que iba: no camina como camina, con esa dilación, debido a ese derrotero continuo de fracasos que usted le postula.

No lo propongo. Afirmo. La realidad.

Irrelevante. Porque yo hablo de su caminar, no de otra cosa; y de lo que trasluce del mismo, lo que indica.

Que quiere llegar tarde a otra derrota.

No sea burdo. Alguien que va de derrota en derrota, según usted, claro está; ¿para qué querría llegar tarde a la siguiente? ¿Sólo para permanecer un poco más en la que en ese momento se halle? Al menos la novedad es, ya, todo un cambio. Y, sobre todo, porque los hombres hemos sido diseñados para componernos esperanzas todo el tiempo: apurar el paso podría atraer, arrimarle, el éxito que tanto lo ha esquivado. Y ahora déjeme continuar, si es que le interesa escuchar lo que tengo para contarle. Si no, es muy dueño de marcharse a la barra o salir con rumbo desconocido (para mí). ¿Quiere oír? Bien. Entonces no interrumpa. Camina demoras – frase de lo más sucinta – dije al principio, señalándole con la mirada hacia la vereda de enfrente. Usted comenzó a hablar, refiriéndose quien le había señalado, sí. Pero… Déjeme comprobar algo. Permítame sentarme en su silla. Usted siéntese donde quiera. Da igual. Efectivamente. A usted, desde aquí, la perspectiva, el cantero de flores de la vereda y, calculo que la confabulación de algún coche que dio en pasar en el momento menos oportuno, le robaron el cuadro completo que yo le señalaba, que la frase resumía: Emilio paseando, de la mano, a sus dos nietas, mellizas ellas, de tres años. Camina demoras. Las niñas caminan lento. Un breve chiste, ya ve. Y, por cierto, el contenido de esa frase, de eses significado, condensado, propone un triunfo: las nietas. Usted y yo, con unos pasados más o menos equilibrados entre desbarajustes y embolsos, aquí estamos: café a café. Posponiendo la soledad. Sin hijos. Sin un nieto que le demore el paso a uno.

El devenir da sus treguas… Sí…

Más que eso.

Ya, Mucho más…

 

© Marcelo Wio

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