Perdió a su marido una tarde de otoño

 

Perdió a su marido una tarde de otoño, con viento y lluvias intermitentes. En una playa de la costa da morte.

Aprovechó unas nubes bajas, una de esas precipitaciones previsibles que acontecen todo el tiempo en esa región y en esa época, y que su marido buscaba conchas o excusas para callar, y lo dejó allí, empequeñeciéndose mientras ella se marchaba.

Retirándose sin prisas hacia el pueblo terminó por perderlo de vista.

Nunca había llegado a explicarse qué negligencias, resignaciones y errores los habían emparejado; y qué irracionalidades, extravagancias y empecinamientos, los habían decidido a casarse.

Mientas se había ido alejando, se había dicho (convencido) que no había otra manera de acabar con aquel desatino que fingiendo la casualidad de un despiste, de un desencuentro, que terminaría, cosas de la vida, por ser tajante. Contaba con el escaso sentido de la orientación de él, y con la pobre voluntad de emprender búsquedas (fundamentalmente, aquella que implicara hallarla a ella) que le suponía.

 

© Marcelo Wio

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