Pasado imperfecto

Sólo recuerdo sucesos que no tuvieron lugar – lo sé porque los registros y los consensos contradicen mi memoria. Como si las regiones mentales encargadas de vincularme con mi pasado y con el de los acontecimientos colectivos, no pudieran establecer las uniones con las congregaciones de desperdigamientos que soy.

Lo hago como si tal actividad fuese el resultado de una disposición involuntaria de la voluntad (que, intuyo, apenas es una suerte de domesticación del capricho y el azar).

Memoro, ahora, una estancia en penumbras. Fría. Húmeda. Tan nítida Juana de Castilla mirando el féretro de su marido – que desmentía, como en vida, el apodo vulgar, obsecuente -, sin emoción, mientras redefine alianzas y estrategias. Aún no es Juana la Implacable. Aún no ha utilizado a los Habsburgo contra sí mismos y contra los franceses; ni ha invadido el sur del reino de Inglaterra – adonde llegará con la excusa de una visita para ultimar la boda con el viscoso Enrique VII. Ahora sólo urde como si evocara hacia delante, acaso afectada por el mismo mal que me aqueja.

© Marcelo Wio

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