
Me decías todas esas miradas llenas de mutismos voluminosos, de reproches deshojados y papeles en blanco. Todo eso, a través de la mesa. ¿O era el banco de una plaza siniestrada de hojas y ancianos? Todo eso que antes, cuando importaba, caía bajo la censura de vaya a saber qué esperanzas o estrategias o sábanas.
Y me decías dos o tres recuerdos de postal no enviada: una playa trasquilada por mareas e inviernos; un monumento sin caballo ni gloria; una ventana con marcos de madera yerma. Y en cada uno, una palabra sin idioma, dando manotazos en busca de significado o de imaginación.
Me decías lo de siempre. Pero cada vez más lejos: con ese intervalo que se forma en la punta del tono y del picaporte y de la pupila sin asombro y los labios sin temblor.
© Marcelo Wio
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