
Llevo las palabras a mi historia,
a mi entendimiento – o, acaso, éste
a aquellas -, como quien lleva un pecado
al confesionario y una culpa
al sepulcro: con pretensión de impunidad (de olvido).
Las llevo como un arriero
conduce la costumbre de rebaño,
de sentido: pronunciándolas de tanto en tanto,
apenas como interjecciones, resúmenes
de significados. Apenas para tantearle
la piel al destino.
© Marcelo Wio
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