Si hay pregunta…
Hay respuesta.
No; es que antes hubo otra pregunta. ¿Para qué se anticipa, digo yo?
Por acompañar la conversación.
Si quiere acompañar, asienta más y suponga menos.
No se me enfade, Alphonse.
No es enfado, es consejo. ¿Y desde cuándo una pregunta prefigura una respuesta? Lo opuesto es más razonable.
Lo que usted diga, Alphonse.
No, hombre, no asienta sin más, colabore, aporte con sus razones.
Usted solicitó más asentimiento…
No extrapolemos, Anastase; adelantar un comentario a un razonamiento inconcluso no es lo mismo que expresarse sobre un argumento concluido…
Dice usted bien.
Veo que hoy tiene un día de esos.
No se me ponga así, Alphonse.
Nos vemos mañana.
Hasta más ver, Alphonse.
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Mire, Nazaire, interpretar – con convicción – un acto como necesario (siempre a posteriori del propio acto, o de la decisión de llevarlo adelante), a sabiendas de que no lo es (necesario); eso, mi amigo, es meritorio. El resto son contemporizaciones y piruetas acomodaticias.
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Dios no es empirista…
Eso, o es de enterarse despacio…
Muy despacio.
Y mientras tanto, las cosas ruedan despelotadas acá abajo.
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El balón se resistía empecinadamente a someterse a lo que él creía que era habilidad, pero que era una despiadada ineptitud sin paliativos.
¿Cómo llegó a jugar en primera división?
Todo es cuestión de equilibrio y oportunismo: hay que dar con la concatenación (el ritmo, más bien) precisa de estupideces, intereses y mediocridades ajenas, para encajar la propia de manera equívoca, ambigua – que en tales circunstancias, pasará por sobresaliente.
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Y sí, puesto así, tiene usted razón. Mas…, la cuestión es que si no lo hubiese enfocado, expuesto de esta manera, no la hubiese tenido; lo que arroja una cierta duda sobre el hecho de que esté usted en lo cierto. Así pues, no es una razón, sino una opinión, digamos, de verosimilitud circunstancial, meramente contextual, provisional. Con lo cual, no es que tenga razón, sino que su proposición suena creíble. Es decir, estamos, más o menos igual que al principio…
¿Y cuál es su argumento sobre tema – no sobre mi argumento -, si se puede saber?
Oh, amigo, disculpará usted, pero yo soy sólo el sucedáneo infiel y empobrecido de mis propias dudas: es decir, soy pereza, inacción y, sobre todo, oportunismo (en beneficio de mi dignidad y prestigio exiguos).
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¿Y si acaso, por fatalidad o destino, usted coincidiera con usted mismo en un mismo tiempo y espacio?
Déjeme de joder… Ya no por el hecho de no poder soportar tal paradoja de espejos aberrantes, sino porque la deuda que tengo con el banco se duplicaría.
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El destino, retorcido – pero justo -, termina por descalabrar las admiraciones inmerecidas…
¿Lo dice por Quentin Martínez, el cantante de Juventud Mancillada?
¿Por quién, sino?
No se ensañe con el muchacho. Las limitaciones no son ofensas… El vulgo admira su empeño.
Contemporiza.
Contemporáneo, sí. Lo que hace difícil la perspectiva.
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Ah… cómo me gusta el erotismo…
A mi edad, sólo me recreo con el ergotismo…
No sea exagerado, Thimothée, si parece un muchacho.
Parecer no es ser.
Tenemos la misma edad, hombre… ¿O está sugiriendo que mis gustos están… cómo decirlo… desfasados?
Pero, ¿qué dice?
… que soy, poco más, un viejo con ínfulas adolescentes…
Deje de decir pavadas, hágame el favor. Mi comentario ser refería a mis propias competencias – o incompetencias. ¿Qué no daría yo por deleiterme aunque sólo fuera con los recuerdos de la sensualidad y sus exaltaciones?
Comparta algunas memorias…
Son mis recuerdos, Raimond. Nunca me gustó el mejunje amoroso de los que comparten intimidades, como si donde hubo dos, de pronto se produjese un asedio de libidos mal llevadas.
Usted dice las orgías lingüísticas.
Yo sé lo que digo. Y usted también. Así que cambiemos de tema…
Sigo con el mismo, pero le doy otra dimensión.
A ver…
¿Sabe qué es lo que más hecho de menos de la juventud?
El erotismo…
No, hombre; habíamos quedado en cambiar de tema. No. Lo que más añoro es la facilidad…, más bien, la naturalidad y convicción, con que uno confundía sueños y esperanzas con posibilidades y probabilidades ciertas. Yo soñé más de lo que concreté en el plano del que acordamos no hablar más.
Pero hablamos.
Claro.
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¿Cómo anda?
A divinies.
¿A priori?
Ay, a posteriori.
¿Animus iocandi?
En absoluto. Constato un hecho: cognosco melior, facio taliter. Homo faber, sin sapiens… Ergo, homo hace macanas.
¿Y quién no? Errare humanum est… Somos meros corpus delicti. Y ello, paradójicamente, nos pone coram Deo.
Hablando de coram, ¿sabe que Cora Maupassant recibió una herencia cuantiosa de un tío abuelo o algo por el estilo?
Ex nunc, y por la presente, Corita dejará de ser tan poco agraciada…
Ser… ser… Yo diría, que parecerá más… interesante.
Se hará una pragmática, o codiciosa, exceptio veritatis.
In fine… me voy a ir yendo. No tengo nada urgente, pero tampoco nada postergable – ando un poco in partibus y otro poco también.
Todos nosotros, mutatis mutandis…
Nec spe, nec metu…
Sí… nihil novum sub sole…
Bueno, algo sí: el nuevo… estatus, o prestigio, de Cora…
Igualmente, Corita es mucha Cora, y por más dinero que haya, cæteris paribus. Malo mori pobres quam foedari.
Tiene razón. A ver si nos vemos pronto y practicamos más italiano.
Nolens volens.
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El partido estaba siendo el eco de otros tantos tedios de domingo; un reflujo insistente de limitaciones.
El continente, dijo Olivier – sentado sobre el tablón de madera, junto a Narcisse -, está delineado; pero carece de contenido.
Como la caja de un regalo – con una linda ilustración del mismo, a todo color -, pero sin el juguete que anuncia, añadió Narcisse.
Sí, algo así – concendió Olivier, sin ganas de adentrarse en filosofías, metáforas o alegorías de lo vano.
Un pase largo del cinco… – ¿el nuestro o el de ellos?, se preguntó Olivier; ya era imposible distinguirlos, sumergidos en ese mejunje de mediocridad. Un pase largo del cinco – o de algúno de los sujetos que practicaban lo que practicaran, ultrajando el deporte – se fue unos diez metros por sobre el alambrado del lateral opuesto al que ocupaban Olivier y Narcisse.
Madre mía – resignado, Narcisse.
La pregunta pertinente es: ¿Por qué venimos?, inquierió Olivier.
Por no ir a otro lado.
Lo que suscita otro interrogante: ¿Qué circunstancia, peor que esta, elude cada uno de nosotros?
No jodas, Olivier. Sufre y calla; que por lo menos es barato.
© Marcelo Wio
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