
La mañana fue implicando a los cuerpos en la realidad, contradiciendo la impunidad transitoria (y por tanto, falaz) de sábanas con su prórroga de noche y erotismo. La complicación de las palabras se evitó por intermediación de bostezos y gestos vagos, huidos: tregua para recomponer repeticiones, para enjuagarse la desvergüenza de la cara y deshacer las marcas de la osadía.
© Marcelo Wio
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