Los zapatos, como músculos resecos. Pulcramente mezclados. Como si hasta a esa instancia, tan sin identidad, se le negara el orden de las lápidas y los sembradíos.
Con la forma de los pies que ya no sirven para caminar,
apenas para imaginarlos pronunciarlos , morfologías abstractas anónimas,
como si se repitiera una lección de anatomía sin pragmatismo.
Así. Desordenados. Como memorias igualadas
en el silencio de una avergonzada inutilidad sin método.
Amontonados los nombres. Las suelas sin tono ni rasgo, como si no hubiesen pisado. Desvanecidas sus muertes.
Rozándose, las desapariciones, unas con otras.
¿Habrá una calle que guarde el rastro de todas esas huellas esas existencias?
© Marcelo Wio
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