Fronteras, dices

Dices fronteras. Con la distancia de palabras calladas. La voz contenida, que es rastro de ausencia. Pero no concedes el alivio de no estar: eres la memoria de tu adiós.

Pasado desembocando en una misericordia fraudulenta. Porque el pasado es como el presente: siempre has estado yéndote. Hacia adentro, hacia el otro rincón de la habitación. Hacia cualquier lugar que en ese momento no fuese un aquí.Sin gesto. Sin motivaciones discernibles: de pronto, fuga.

Nada de lo que haga te despojará de esa quietud como de muerte. Si hago, falleces sin fallecer; de la manera que sabes estar sin estar. Desvinculada. Pero interviniendo con un aglomeramiento de posibilidades. Todas inviables. Precisan de tu voz. Tu presencia efectiva.

Ahí, de pie de frente al ventanal. De espaldas a mí. Horas puedes pasar. La ventana es un charco de ciudad que te salva de hallarte. Trozos de cemento detrás de los que aparentemente transcurren seres. Pedazos de hormigón derritiéndose.

¿Qué refleja el charco?

Un rostro que se niega a ser reproducido.

¿Qué refleja el charco?

La soledad. Los charcos reflejan soledad: la serguridad de evaporación de todo lo que uno represente allí. Lo mismo que la ventana, que sólo muestra promesa de infinidad de defraudaciones seguras.

El manchón de ciudad ocurre dentro del marco de la ventana. No existe sin esa estructura. Sin esa coartada. Todo se conchaba con todo para que nada sea sincero, para que uno dude de cada instante.

 

Llueve.

En esta ventana siempre llueve. En las otras de este piso, sólo de tanto en tanto. Sólo en ésta hay un cielo detenido suspendido. Indefectible.

Como tu distancia.

Como tu incapacidad para superarla. O tu indiferencia. Hay quienes necesitan sufrir, lamentarse para habitar el instante. Cada cuál tiene su método.

¿El mío eres tú?

No. Eres tú. Que ni siquiera te otorgas la tregua de acercarte a tu invención.

Entonces, no eres…

Claro que soy. Pero soy lo que tú vas queriendo que sea. Soy aquí. En otros lugares soy otra necesidad.

Dices fronteras. Con la distancia de palabras calladas. La voz contenida, es…

Eso. Recita. Obedece el ritual. Que a tu pesar iré descoagulando, desconchabando espacios e instantes. Deshaciendo el libro antifonal. Corporizándome. En una figura que está. Pero que no has notado aún. Porque falto yo.

 

© Marcelo Wio

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