Filo de mirada

Le hundió la mirada en el vientre; sin saña, pero con premeditada precisión. La retiró ensangrentada, para volver a introducirla por el costado izquierdo, en el quinto  espacio intercostal. Así aprendería – pretendía – a no ocultarle nada. Ya estaba bien de tantos remilgos y secretos y discreciones ofensivas.

Mas, sabía que el concepto inherente de su mirada no podía implicar el hecho objetivo de la puñalada: sabía que todo intento de adscripción a un suceso real  violaba el carácter lógico de ese suceso. Y aún así, embistió, y conjugó las posibilidades de varios verbos que comprenden de hendiduras, de brechas, de laceraciones y tajos en las intenciones ajenas, en lo más recóndito del ser. Verbos antiguos. En desuso.

© Marcelo Wio

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