A la estación de Genaro no llegan trenes si no hay alguien esperando. Es la espera la que, precisamente, produce, desencadena, el arribo
En invierno, cuando la gente es más renuente a salir de casa, y la novedad de rostros y decires no alcanza para movilizarla, transcurren semanas sin que ningún tren pare allí.
Los pedantes que se dicen rigurosos afirman que es en realidad el hecho de que ningún tren se detenga en el lugar el que explica la ausencia de esperadores.
Pero se trata de una evidente falacia ontológica: son exclusivamente los seres animados quienes producen los acontecimientos, no los elementos. Es, entonces, la acción de aguardar, ejecutada por una o (preferentemente) varias personas, la que provoca el suceso; en este caso, el arribo del objeto inanimado tren (que, por lo demás, es guiado por seres igualmente vivos – que evidentemente responden a ciertos estímulos o motivaciones: el conocimiento de que hay, justamente, otros tales seres aguardando en algún punto de un recorrido estable, preciso).
© Marcelo Wio
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