
Ese fino polvo cínico, alérgico – el de escribir mitologías y rencores – tendido sobre la casa mansa: muñones de muebles y formas apenas comprensibles del pasado o de una fábula. Imperturbables, las sábanas amarillentas disimulando escasamente los fantasmas – la tasa de endogamia y procacidad – como una estadística de defunciones, como una insinuación de estilos mobiliarios. El polvo, tan conveniente: como los bordes de las palabras que aún no han aprendido a definir las fronteras entre quienes se sirven de ellas – indefinidas, desfiguradas – y entre la precisión del tacto con que copian existencia en el aire; o como heridas olvidadas en un campo de batalla. Acumulación y sedimentación de significados, eso es el polvo. Eso es el olvido: depósito irreconocible de pasado. Saturación del discernimiento. Ese fino polvo con el que el tiempo anota sus falsificaciones. © Marcelo Wio
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