¿Cuándo se detuvo?

 

¿Cuándo se detuvo?

Quizás nunca estuvo en movimiento… Tal vez, éste sólo sea el resultado de compulsiones que le adherimos a las cosas y a nuestras propias existencias.

O un método extravagante para referirnos: medición de la realidad.

Igualmente, por más fabricación que pueda ser, no deja de ser cierto que la corriente cesó. Manso, el río; pensando sobre sí. Desconociéndose en esa acumulación de gravedad mórbida.

Míralo. Ya ni se le hinchan los meandros como várices, ni el lomo mercurial cuando se asoman sobre él a indagarle efugios a sus fondos.

Si hasta ha postrado sus márgenes, fíjate.

Tan rotundo su desvanecimiento.

Como el de las nubes hilachudas.

Acaso no estemos aquí. ¿No lo has pensado? Tal vez sólo estamos olvidando.

O…

No lo digas. Lo callé yo cuando mentaste nubes y disipaciones.

¿Por qué? ¿Qué cambia el hecho de que pronuncie o calle un parlamento? ¿Qué potencia tienen mis palabras y mis silencios?

Ninguna. Claro. Supercherías a las que uno se aferra, creyendo que lo que existe, lo hace en tanto es percibido y nombrado.

Lo digo, pues…

Dirás que, quizás, seamos nosotros los que estemos siendo olvidados.

Sí. Quietos de quietud absoluta, ya no podemos participar del movimiento. Ni como observadores.

Lógico. El observador modifica aquello que observa. Y si quien mira reside en el reposo definitivo, el objeto de su examen no podrá ser percibido más que en tal estado… Por fuera del tiempo, nada puede cambiar de posición, ni de estado.

 

¿Tú me ves?

¿Y tú a mí?

¿Somos voces distintas?

 

© Marcelo Wio

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