Cómo es posible que de pronto no tenga esos diez o quince o veinte
años mezclados persistentes perpetuos, si no hubo tiempo
para llegar a estos cuarenta y tantos con los que, de la noche
a la mañana, me encuentro como si fuese una vida ajena
que me ha suplantado.
Cómo puede ser que los recuerdos parecieran presente y, súbitamente,
se convirtieran en una dudosa secuencia de imágenes
alegrías culpas frustraciones deudas, sin ventanilla a la que dirigirse
para reclamar protestar sin argumentos ni vehemencias: esas palabras
no están al alcance de las edades.
Y, aun así: cómo es posible. Presintiendo que preguntar
es apresurar temerariamente un trámite, un tránsito: la respuesta
es siempre el mismo silencio resbaloso.
© Marcelo Wio
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