Todo se reduce al arte de la combinación,
me dijeron una vez. O acaso lo pensé
y lo atribuí, convenientemente, a una figura
con autoridad. De cualquier manera,
es cierto.
Primero pensé: Eva no. Pero fue
un tal vez. Por indecisión sincera;
por temor neurótico, egoísta. Y porque,
claro, Eva.
Luego aventuré: Carla sí. Y, nuevamente, fue
un tal vez. Por mesura artificiosa;
por nostalgia dudosa. Y porque,
evidentemente, Eva; pero,
también, Carla.
Así que ahora Eva y Carla
y la resultante combinatoria
de encuentros, desavenencias
y culpas (evidentemente leves,
si no, no andaría en estos trotes).
© Marcelo Wio
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