Una historia de pandemia

Designed by Freepik

No pensó en todas las consecuencias de ese obligado confinamiento hasta días después de iniciada. Un breve mensaje de texto de Alfredo, que borró inmediatamente, la enfrentó con el hecho. Hacía cuánto no veía tan seguido a su marido. ¿Meses? No podía recordarlo. Con el paso de los días, fue cayendo en la cuenta de que era un tipo ameno – divertido, incluso -, al punto de empezar a parecerle atractivo. Pero, se decía, cómo podía engañar a Alfredo, un amante tan leal… Aunque últimamente todo se resumía a cumplir con una serie de gestos y actos rutinarios, como si sin ellos la relación no fuese más que un incómodo silencio, una burocracia sin objetivo. En cambio, con su marido, tan desconocido, tan novedoso, había la sensación de aventura y solaz. Alfredo… Alfredo era una de las obligaciones a la que una se conmina – o a la que la costumbre la arroja a una. Y, ojo, no está mal que esté ahí, con sus mensajes sucintos, con la promesa de una cotidianeidad segura. Pero su marido… ¿Cómo resistirse a una circunstancia que, además, ha sido creada e impuesta externa y unilateralmente? Sencillamente, no hay manera. Por eso, Adela se entregó la cuarta noche de confinamiento a la inevitabilidad de esa tan precisa y particular confabulación de hechos. El tiempo y los sucesos que estes arrastra consigo, ya dirán, se dijo.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*


Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.