Se le caen
las plegarias
y los arrepentimientos
de los bolsillos, de la boca, de los lagrimales;
húmedas como las sábanas
de una siesta tropical,
como el beso quieto
entre las manos pudorosas.
En medio de esa premeditada negligencia deja
siempre de antemano
una disculpa o impunidad
apenas le presentan a alguien o entra
en casa cama ajena.
A mí apenas me ha dejado
la violencia hermosa de su ausencia
sin notificación – un aroma, una irregularidad
en la vida –, como quien deja,
sobre la mesilla de noche, un marco vacío
embadurnando de obsesión
y miseria: la distancia entre lo que soy
y aquello que alguna vez fui
contigo o ese engaño que eras,
eres, que soy.
© Marcelo Wio
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