Que llueva

Que llueva. Y si ya llueve, que llueva más llovida lluviosa la lluvia. Que lave, que lleve, que arrastre, que purgue. Que llueva durante tres aleatorios y un día. Que llueva. Sin cueva. Sin interposita estructura. Que llueva la lluvia llueva. Que caiga. Y golpee. Y recuerde, instruya. Que sacuda. Que no deje región del ánimo sin inquietar. Lluvia de acuosa confabulación de hidrógenos y oxígenos – sin aditamentos, libre de gluten y de manoseos genéticos o genealógicos. Que cale, el agua. Que escurra, líquida, por los vericuetos de la culpa: zumo de sumidero, caldo de otras reyertas del espíritu que otra lluvia habrá de. Que llueva que llueva la inundación. Que nos arrastre la corriente, lejos de nosotros mismos, y que nos amontone en una confusión de identidades flotantes: trocitos de continentalidad a la deriva: al valor límite entre la crecida y el incremento de agregaciones cuando vamos tendiendo a nada. Que llueva. En fractales. Gotas como moléculas de tolueno. Chaparrones como un bombardeo de protones. Fino chirimiri como el crecimiento bacteriano en una placa de Petri. Que llueva lo que tenga que llover: lluvias bíblicas, zoológicas, astronómicas, filosóficas. Que llueva que llueva que ya nadie canta. Ni nadie se levanta. Que hace falta un socavón. Un despeñamiento de taludes intelectuales. Que está todo muy quieto. Muy seco de sequía de pensar y querer. Que llueva de una vez. Para justificar un abrigo y un abrazo y quién sabe después porque así mojados como estamos nos tendremos que secar digo yo y no será cosa de que tú por tu lado y yo por el mío siendo que vamos yendo en la misma dirección y casi urbanizando de palabras las mismas intenciones. Que llueva. Largo y tendido. Que diluya tanto rencor, tantos silencios inflados de decires, tanto juicio averiado, tanta repetición. Que llueva como en Casablanca, pero sin tren, ni paraguas, ni nota chorreada, ni espera, ni guión. Que lluvia tupido. Y las nubes, en todos los tonos de gris. Y a la piel de todo creciéndole erizamientos en forma de conos volcánicos o de pseudópodos o pendientes de perlas. Y que lluevan gotas gordas, elongadas, en morse, altaneras, despreocupadas, seductoras, funcionarias. Que llueva. Que llueva. Que se descuajeringue el cielo y se disuelva la tierra y que no quede nada más que una inmensa gota de tensión superficial entre tus labios y los míos y si así tampoco la cosa pues que reviente todo y a desaparecer digeridos por elementos pesados materia estelar neutrinos mugre y pelusas de estrellas hidrógeno helio materia oscura y energía oscura toda la receta al tuntún.

 

© Marcelo Wio

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