Lleva lloviendo desde siempre en Villafervorosa. Sin cesar. Ni un instante. Ni para tomar envión. Tal estado líquido parece diluir la geometría misma de la existencia: a tal punto, que la gente suele decir que nada es lo que parece ser – justificación leve y siempre inútil para esas faltas igualmente triviales. Aunque lo cierto es que los cristales y las córneas siempre están chorreados y empañados; con lo que, se mire como se mire, la realidad está muy escurrida, huidiza. Alguien dijo que, de tanto llover, ya ni siquiera llueve. Pero sí, llueve. Siempre. Pueblo y cielo vinculados pepetuamente por abalorios de Lavoisier.
© Marcelo Wio
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