
Habitualmente, le llueven los días. A veces, casi ensañados – y con la pomposidad y apresuramiento de los finales a toda orquesta de ciertas sinfonías que para ese momento ya tienen hartos a director, músicos y público – le granizan con vientos racheados de componente Este. Después de tales días, alguna vez un sol frío, mera luz como de candelita: un consuelo, o la trampa de una macabra ilusión.
En el preciso momento en que nos entrometemos en su circunstancia, con fútiles pretenciones narrativas, le están cayendo unos pedruzcos de hielo e injuria que ya quiero ver a más de uno salir con la autestima intacta y la dignidad de una pieza.
© Marcelo Wio
Dejar una contestacion