Pasado

No le dura nada la pelota a los de Atlético Fricción; ya sale al contraataque Morante, con un largo pelotazo buscando a Luppi…

Marcos, solo sentado a la mesa de la cocina, frente a la radio, hace un gesto de contrariedad distraída, porque estaba pensando a cuento de qué había recordado la habitación que había al fondo de ese largo pasillo siempre frío y crepuscular de la casa de los abuelos. Todos los primos temían esa puerta que, igual a las restantes habitaciones, parecía tener una particularidad que advertía de las consecuencias nefastas de traspasarlas. Además, ahora que piensa, el abuelo siempre los reprendía cuando los veía acercarse a ella: Ahí no entren. No decía nada más. Ni siquiera el tono era terminante. El temor… Tampoco era temor… ¿O sí?

Lleva Gutiérrez el balón, toca con Mariani, se la deja al diez, que levanta la vista y abre con Duarte, que amaga y retrocede, toca con Falcón y ojo, que encara por el lateral…. Despeja al córner Ávalos. Es una tromba Auscultadores Juniors. Es un milagro que Atlético Fricción no vaya perdiendo… Everedy, una pila de vida, Everedy, la pila de hoooy…

Por la Spica, se dice Marcos, mirando la radio. Por eso me acordé; por asociación. Había encontrado la radio, con su cubierta de cuero razonablemente bien, entre las cajas del garaje mientras buscaba un álbum de figuritas de futbolistas – en una charla en el café había olvidado por completo del nombre del lateral derecho de Burócratas Unidos de Santa Adelina -, porque, sostiene, estas cosas se buscan así, con dignidad, con lealtad al propio pasado, y no a través del internet, que ofrece el falaz idea de que se tiene un vínculo personal con un pasado en particular, o, antes bien, con una particularidad del pasado, con un evento concreto. Ahí encontró la radio y la llevó a arreglar. Apenas unos retoques, le dijo Avelino, ese tipo que arregla de todo, en calle Petimetres al 1600.  Esa es la radio en la que oye el partido, pero como algo de fondo, porque no está escuchando, realmente.

 Le cometen infracción a Graciano en la mitad de la cancha. MediSana, en medicina, privada, todo lo mejoooor, naaada parecido; Me-di-Sa-naaaaa…. Largo balón buscando la cabeza de Infanteeeee…goooooooooooooooooolllllllll, goooooooooooooooolllll, de Fricción… Es que, Beto, los goles que no se hacen en un arco, se terminan haciendo en el otro. Exacto, Tati, casi una ley termodinámica del fútbol… Y ahora se le complica mucho a Auscultadores, porque Fricción es especialista en mandar el partido al freezer…

Una vez, tendría doce o trece años, entró en aquella habitación. Ahora lo recordaba. El polvo era casi una presencia que tenía como objetivo delatar cualquier intromisión. Sábanas amarillentas, como nieve envejecida, cubrían lo que debían ser muebles. Levantó la más cercana, que cubría una mesa de madera regia sorprendentemente brillante, como si alguien la limpiara y la encerara cada tanto – cosa que era imposible, porque allí los unos pasos marcados eran los de Marcos. Sobre la mesa, un marco acostado. Lo levantó como si con aquella acción fuese un punto de inflexión entre una falta leve y un delito penal. La foto era en blanco y negro. Sepia, más bien.

Faltan trece minutos y Auscultadores cae vez tras vez en la trampa, en el cerrojo que le ha puesto Fricción, llevándolos a intentarlo una y otra vez por el centro de la defensa. Esto, Tati, está terminadísimo. Totalmente, Beto; terminó con el gol de Fricción….

Cinco personas aparecían en la foto. Todos hombres. Uno era el abuelo. Joven, apuesto, su presencia indudable (casi descarada; pero, no, había un dejo de sutilidad, de naturalidad, si se quiere, que desmentía esto), como si el universo se hubiese configurado para que él existiera. Estaban en la cumbre de una montaña menor. En cueros, Los otros tipos también, e igualmente, mostraban esa arrogancia sin exaltación, esa. Todos rubios. Altos. Sonrientes – como si conocieran el secreto de la dicha; como si les hubiesen ofrendado un manual para transitar por el destino…

Seguros Eventualidad, su seguridad, en buenas man…. Un segundito, Tati, que se escapa Mariani de la marca de Treviso, ingresa en el áreaaaaaa, toca para Gutier… gooooooooooooooooooolllllllllll, goooooooooooooolllll; qué digo gol, gooooooolazo de Auscultadores, cuando el partido caminaba por el precipicio del tiempo cumplido, cuando Fricciones ya estaba casi dirigiéndose hacia los vestuarios…

El muchacho – porque eran muchachos – que estaba a la derecha de su abuelo le resultó familiar. Como si lo hubiera visto alguna vez en casa del abuelo. O en alguna otra foto… Oyó un ruido – o se lo inventó para marcharse -, entonces acostó nuevamente el marco, colocó la sábana en su lugar y salió de la habitación. No había nadie en el pasillo. Apenas los latidos en sus sienes rebotando en las paredes que de pronto parecían más cercanas.

Entonces no supo reconocer ese rostro. Pero sí supo que no debía hacerlo. No si quería sentir ese cariño – distante, sí; pero cariño al fin – por el abuelo. Ahora podía ir a buscar entre las cajas. Pero para qué. ¿Para poner el nombre a una sospecha que, con el tiempo, se había hecho certeza?

Finaaaaaal del partido en Salto de los Condenados, donde el local y Auscultadores empataron a uno… Bóveda, su banco de confianza; Bóveda, ¡donde su dinero crece!…

Marcos apagó la radio. Las voces se fueron, pero la imagen de esa foto se quedó, persistente. Resolvió guardar devolver la radio la caja en el garaje.

© Marcelo Wio

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