Orígenes del italiano en Castilla y León

Debido a una crisis económica – por si no se dio cuenta, de tanto en tanto, toca una, como una sopapo seguro colectivo que deja a muchos en la lona (aunque la mayoría de nosotros, asalariados o buscavidas, siempre anda surcando alguna tormenta de liquideces, y meses de esos de cincuenta días) , y al resto bien curado de espanto por una buena temporada, como para andar con reinvindicaciones y reclamos -.

Pues bien, debido a la susodicha crisis, etcétera, el negocio del turismo se había ido a pique. Y como las crisis aguzan el ingenio, o los reflejos de superviviencia, a una empresa de turismo de León se le ocurrió contratar una serie de… intérpretes, por llamarlos de alguna manera. Todos ellos debían residir en una misma zona de la ciudad – con lo cual los gastos de transporte se aligeraban hasta la nulidad -, donde se llevaría a cabo la… escenificación. Y la condición sine qua non para conseguir dicho trabajo era hablar italiano como un nativo. Su labor, muy sencilla:deabmular por el barrio o zona en cuestión, de la ciudad, como cada día, pero hablando, claro está, en italiano (que si hubiese sido otro el idioma, lo suyo habría sido contratar sujetos que hablaran ese idioma, y no italiano). Además, y también mediante un módico estipendio por parte de la citada empresa, los comercios de la zona tradujeron sus carteles y anuncios al italiano.

De esta guisa, la empresa llevaba a los turistas a una visita que, en realidad, era la oportunidad que éstos tenían de sentirse extranjeros – y, de esta manera, ajenos a toda preocupación “local”; aplazando, así, las propias hasta su “regreso”: el “limbo del turista”, en definitiva, como lo llamó Habermas-. El cliente, de esta manera, podía pretender una holgura económica que le permitía la frivolidad de ser en otro lugar ( e, incluso, otro); y de constatar lo que habría bastado con una ojeada rápida de catálogos y fotos – porque, convengamos, este viajero no es de los que quiere descubrirle el envés a los lugares, la pelusa idiosincrática, como decía Hegel después de dos o tres vasitos medianos de schnapps; no es de los que buscan sumergirse en su esencia, en su historia -.

Así pues, y retomando el intríngulis del asunto, la falsificación que proponía la agencia de viajes venía a resultar exactamente lo mismo que presentarles un lugar auténtico: los fines del cliente validaban el método (y el territorio) – o, más bien, hacía tiempo que esa raza de turistas había convalidado la falisificación de la realidad; fuere cual fuere ésta -.

La cuestión es que poco a poco, ese barrio fue adoptando no sólo el idioma (italiano), sino las costumbres asociadas, sus formas, sus temperamentos. Mas, el fenómeno no se circunscribió a esa zona, sino que fue avanzando por la ciudad como una necesidad (económica), primero; como una moda, posteriormente, y, como una realidad irreversible, finalmente.

Hoy por hoy, en Leone sólo se habla italiano. De hecho, ya en gran parte de la Regione della Macchia, sólo se entiende dicha lengua. A fin de cuentas, toda península termina por remitir a una única península.

© Marcelo Wio

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