Los dioses no juegan a los dados. Lo dijo un pensador o alguien de similar oficio. Efectivamente, juegan a otro juego; uno cuyas piezas somos nosotros. Macabra partida es: nos han imbuido la ilusión de la voluntad, pero nos manipulan a su antojo, violando una y otra vez nuestros afanes, nuestros fines.
© Marcelo Wio
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