Hay, en una esquina de Praga, una existencia que no pertenece a nadie; y que aguarda pacientemente. Acaso espere una desesperación que la usufructúe, o una codicia, o el descuido de un suicida. Tal vez sólo busque recordar si fue alguna vez incluso algo menos que una existencia (una nada o un símil), o quizás agradezca, a diario, no materializarse en uno de esos corpúsculos de dudas que deambulan fingiendo prepotencias de eternidad caduca. Como sea. En esa esquina. En una jornada perpetua. Invariable. Existiendo a medias. Ignorada. E ignorante (¿De qué? ¿Qué es lo que hay para aprender – aprehender -, además de la serie de datos creciente que no aclara las preguntas que tememos formular?). En la esquina. De Praga. O de Sao Paulo. ¿Cambia algo dónde esté la esquina?
© Marcelo Wio
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