Espera tejida

Noche repetida. Como toda noche. Ella espera, sentada en un banco de la estación de tren. Una brisa fresca y anémica obedece el trazado de las vías. Teje. Ella. Sentada. Las agujas postulan un modesto ritmo metálico de bufanda u horas – las suyas o las de todos. Es decir, ella se teje o nos teje, allí sentada, esperando la benevolencia del destino para que deje adelgazar el ovillo perpetuo que bailotea a sus pies.

La luna endeble ofrece benevolencias al paisaje sencillo y sin ocurrencias – sobre el que ciertos pueblos, tan iguales entre sí, tan sin señas de identidad (más allá de un abandono inmanente), se implantan como si se vinieran mereciendo, inexorablemente, desde el inicio de los tiempos, ese olvido recóndito.

Ella espera. Sentada. Tejiendo. Acaso toda espera sea un tejido: de ideas, de memorias, de instantes; un requisito imprescindible para apurar la comparecencia – la trama de anticipaciones y alusiones como una prueba del destino retorcido (pero no por ello menos justo), que termina por descalabrar las prepotencias de la voluntad, subsumiéndola a un ordenamiento ininteligible e imperfecto y, por ello mismo, perfecto.

Teje. Las puntas de las agujas, lanzas de impaciencia en un combate de urdimbre. Sentada. En la estación. En la pizarra se anuncia un retraso, sin especificar la cuantía del mismo. La brisa se cansó de transitar el páramo yermo, sin posibilidad de enredarse en ramaje alguno, de afincarse para crear suspiros ahogados.

Espera. Se espera. Toda espera es el anhelo de un reencuentro con uno mismo. Toda espera es un luto y la perspectiva de un alumbramiento. Espera, esperanza, perspectiva de acaecimiento. Presunción. Tejiendo optimismos o irreversibilidades.

Le crece la noche y la espera. Y a la espera le crece el tejido: baba de lana sin renta; larga retahíla de resignación impostada. Y a ella, las edades: se le agostan las posibilidades de que la espera transmute en comparecencia.

Ella. Sentada. En la estación de tren. El aire agregándose en una presencia de brisa: por dar una sensación de movimiento; hacia donde sea: es decir, hacia ninguna parte: hacia dentro del punto: hacia dentro de la nada. Imbricada sencillez de infructuosidades, de simulaciones. Espera. Ella.

© Marcelo Wio

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