Cuestión de dimensiones

Es fulera – sentenció Vittorini, desde la silla de la esquina de la mesa del fondo del bar Las casualidades.

Sin paliativos – secundó Santana, sentado a su lado, el cigarrillo en la comisura izquierda del labio, de reojo leyendo la sección deportiva del diario.

Hablaron los adonis, che – desde la otra punta, Pavlovic, acomodándose las gafas, en perpetua insistencia de derrape.

Vos porque no ves un corno, Pavlo – Vittorini, con esa jocosidad de cafetín tan poco suya, tan de tantos. Según Urribeitía, “a éste, en la casa seguro que lo tienen cagando, y en el laburo no levanta cabeza; así que acá, en confianza (en ese amparo permisivo que a veces es la amistad) se hace el cocorito, el piola; elabora pequeñas valentías de bolsillo”.

¿Ustedes escucharon hablar alguna vez de la dimensión de Hausdorff-Besicovitch? – preguntó Pavlovic, guiñándole un ojo Urribeitía y a Guiñazú. No, seguro que no. Básicamente, se trata de una generalización métrica de una estructura matemática conocida como espacio topológico – conjuntos compuestos de subconjuntos, para entendernos rápido y sin tecnicismos -, que permite definir, entre otras cosas, una dimensión fraccionaria (ergo, no entera) de un fractal; es decir, de un objeto cuya estructura básica, fragmentada o irregular, se repite a diferentes escalas. Pues bien, dicho esto, tomemos a Marité, a la que tan fuleramente definen. Fraccionémosla, vayamos a una minimización de su estructura, de su geometría jetal. Una vez, otra, y otra, y otra. Cada vez porciones más pequeñas. Ahora bien, ¿sigue siendo Marité?

Marité no puede evitar ser Marité – con una risita de astucia zonza, Santana.

Ni usted, aunque lo quiera, puede evitar sus limitaciones. evidentemente. Pero la cuestión es que Marité sigue siendo Marité, a una escala ínfima – prosiguió Pavlovic. Ahora bien, tomemos a Susana Bauman. Linda mujer si las hay. Y procedamos de la misma manera. Llegaremos de esta manera a dos estructuras que, si les cambiamos las etiquetas, ni ellas mismas podrían reconocer cuál es cada quién.

Ergo – terció Guiñazú – el continente miente contenido.

Todo muy lindo, pero usted, Pavlovic, ¿con cuál se encamaría? – chicaneó Vittorini.

Con Susana, claro está. Pero mi problema es yo apenas veo los tamaños naturales, no pretenderá que encima ande haciendo reducciones – respondió Pavlovic.

Usted es un vivo del año cero – haciendo un gesto de reprensión, Santana.

¿Me está llamando viejo? – bromeó Pavlovic.

Bueno… usted sabe más que el diablo… – chanceó Urrubeitía.

Guiñazú, que le había quitado el periódico a Santana a mitad del desvarío diario, comentó algo sobre el escándalo de sobornos en la aduana, y la dimensiones fraccionarias cayeron al piso. La de restos de ideas y pavadas que había debajo de esa mesa de Las Casualidades: un derroche de las primeras que más de uno no podía permitirse.

 

© Marcelo Wio

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