Cielo de pájaros huidos
entre un bostezo y un silencio
como un sótano y su crimen, cayendo
sobre el hombro frío que observa
las moralejas jóvenes: esa aceptada prostitución
de las verdades con ánimo de promiscua
censura.
El álgebra de las noches sin estado
descalculando lentamente los adioses
y los ánimos;
rellenando la fantasía de eventualidad
y posibilidad y hombro sin soledad,
mientras la negrura
se desbarranca en un vertedero
donde languidecen las esperas
y las sospechas: entre una muñeca
sin cabeza ni dignidad y un trozo
de tela o vergüenza.
Derretidala oscuridad, los ojos
se desvelan como llamaradas
de interrogantes sin contenido: súplicas
de piedad o compañía: lascivia sin deseo.
Ojos y hombros y un resplandor
como un llamado a la oración
sin fe: a la claudicación; a la comunión
sin significado: refugio, apenas desesperada
reproducción del resguardo fatuo
de esas tinieblas menguadas,
ineficaces que postula la noche
o esa derrota absoluta, pulcra
que se va incubando
entre el cielo y el temor de luces
y vicios que se levantan contra la oscuridad
como si fuese una ceremonia
de expiación;
o una desesperación.
© Marcelo Wio
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