La simetría de los hechos

Todo lo más que puede decirse de Cirquiano Menéndez es que existió. Que habitó un lugar que recibe el nombre de Trellez por caprichos fundacionales y honores que se perdieron entre las actas roídas por la carcoma de los sótanos de la Municipalidad – y por las negligencias repetidas e interesadas de los encargados de cuidar la historia breve de aquel lugar -. Que Cirquiano Menéndez tuvo una esposa y varias amantes y varios hijos, unos, reconocidos, y otros, segregados de la fortuna familiar. Que Cirquiano Menéndez hizo fortuna en Trellez abusando de amistades y de la benévola frontera, amplia y pobremente vigilada, a través de la cual pasaba todo aquello que entrara dentro de la definición de contrabando. Que lo mataron una noche sin particularidades. Que nadie lo lloró sinceramente. Que uno de los hijos (reconocido) fue señalado sin aspavientos como el ejecutor. Que ese mismo hijo se hizo cargo del fraudulento negocio paterno. Que otro de los hijos (ilegítimo) pagó el crimen que así se silenció. Que el hijo que intentó usufructuar el comercio transfronterizo no poseía ni por asomo la astucia de su padre. Que tampoco tenía los contactos del otro lado del río que funge de frontera. Que desconocía a los socios de su padre allende Trellez. Que un boticario, un comisario frustrado y un intendente hereditario no eran respaldos suficientes para hacerle frente a un conglomerado de intereses que no había sospechado. Que el hijo apareció un día, arrastrado por las correntadas ocultas del río traicionero, a tres kilómetros de Trellez. Que el boticario certificó la muerte por ahogamiento. Que los dos balazos, en la frente y en el pecho, que eran notorios, no figuraron en el parte. Que el comercio tan necesario para Trellez siguió fluyendo como siguió corriendo el río. Que todos sabían que estaba a cargo de gente del otro lado no era secreto, pero no se comentaba. Que a cargo de todo estaba uno de los hijos (extraconyugales) de Menéndez no escapaba a ninguno. Que ésa era una venganza que festejaron muchos, tampoco. Que al poco tiempo se rompió la tradición familiar de los Stefan al frente de la intendencia. Que otro de los hijos (no reconocido), producto de los numerosos enjuagues de Cirquiano Menéndez, fue “electo” para dicho cargo, no le llamó la atención a nadie. Que Trellez siguiese siendo feudo, menos aún. Que nada cambió, es incurrir en una tautología innecesaria.

 

© Marcelo Wio

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