Un lugar común

PASADO EL MEDIODÍA. UN RESTAURANTE COMO TANTOS EN EL CENTRO DE MADRID. LLENO. RUIDO DE CUBIERTOS, VASOS Y CONVERSACIONES. INGRESA UN HOMBRE VESTIDO DE TRAJE, COBARTA LEVEMENTE DESAJUSTADA, UNA CARPETA TUPIDA DE PAPELES BAJO EL BRAZO, Y SIGNOS NOTORIOS DE CANSANCIO. SE SIENTA A UNA MESA Y LLAMA AL MOZO. MIENTRAS ESPERA, ABRE LA CARPETA.

-Buenas tardes, un menú por favor. De primero tomaré un gazpacho y de segundo un salmón asado con espárragos. Y tráigame una copa de Rioja, haga el favor. Cualquiera, lo mismo da.

¿Me está mirando? No, imposible, joven y guapa, tiene que estar mirando a otro. A alguno que está detrás de mí. Pero si me giro, quedo como un gilipollas inseguro y mato el momento. Pero, qué dices, Alberto, de qué momento hablas; tú estás tonto o qué. Que es una cría casi, que tú estás muy felizmente casado – repite, Alberto, felizmente casado. Concéntrate en el puto informe, venga.

LLEGA EL MOZO CON EL VINO Y UNA CESTITA CON PAN.

-¿Me podría traer aceite de oliva?

Ah, qué necesario este vino. ¿Dónde coño puse los proyectos de la gente de Zaragoza? ¿Me los enviaron? Claro que los enviaron, hombre, el martes, que los comentaste con Miguel. Está mirándome. Sin pestañar. Quizás tiene algún problema en los párpados. O es ciega, coño, que esto también puede ser. Pero no, ahí está, mira también por la ventana. Observa. Ve. Y otra vez la vista hacia mí. Me cachi la mar, que me está desconcentrando y no estoy a lo que tengo que estar, que es este bendito informe de situación.

EL MOZO LE TRAE EL ACEITE Y EL GAZPACHO. SE RETIRA. EL HOMBRE VIERTE ACEITE SOBRE EL PAN Y COME. CON LA MANO IZQUIERDA PASA PÁGINAS, PERO LA VISTA SE DIVIDE ENTRE EL TRABAJO Y LA JOVEN Y HERMOSA MUCHAHA QUE ESTÁ SENTADA, SOLA, A CUATRO MESAS DE DISTANCIA EN DIAGONAL A SU IZQUIERDA.

¿La conoceré de algo? Qué va, como para no recordar una cara así. No se ahorra uno el recuerdo de cada rostro penitenciario, que como para olvidarse de algo así está uno… ¡Cago en diez! Me dejé el proyecto de Zaragoza en casa. Claro, lo llevé el mismo martes para echarle un vistazo… Iluso, si jugaba el Madrid en Champions. Y esta que sigue dale que te pego con las miraditas. Y mírala ahora, sonriendo y todo. Alberto, por dios, que tienes que hacer el informe de los cojones.

EL HOMBRE SE GIRA, BUSCANDO UN DESTINATARIO MÁS PROBABLE PARA LA MIRADA DE LA MUCHACHA. DETRÁS HAY UN GRUPO DE MUJERES QUE CHARLAN ENTRE ELLAS, SIN PRESTARLE ATENCIÓN A LA JOVEN. MÁS ATRÁS, LOS MOZOS ATAREADOS Y CON CARA DE POCOS AMIGOS. EL HOMBRE CONSTATA QUE SE HA BEBIDO EL VINO. LLAMA AL MOZO.

Es a mí. Me mira a mí. A ver si me he manchado la camisa o tengo algo en la cara… Déjate de tonterías, Alberto, por el amor de dios, cuántos años tienes. Ni de adolescente era tan gilipollas.

LLEGA EL MOZO.

-Otra copita de vino, por favor. Si por descuido sirve un poquito más de la cuenta, no presentaré una queja.

EL MOZO LO MIRA INDIFERENTE Y MARCHA. EL HOMBRE QUE SE LLAMA A SÍ MISMO ALBERTO (Y NO HAY RAZÓN PARA DUDAR QUE SE LLAME DE OTRA MANERA) ESBOZA UNA DE ESAS SONRISAS QUE PRETENDEN IMPLICAR COMPLICIDAD, PICARDÍA Y VAYA UNO A SABER QUÉ OTRAS ASTUCIAS LEVES, Y ASÍ, CON ESA SONRISA AÚN PUESTA, GIRA HACIA LA MIRADA Y EL ROSTRO HACIA LA MUCHACHA.

Va a pensar que le sonrío… Hala, me sonríe de vuelta. ¿Y si voy y le pido si me permite acompañarla en la mesa? Venga, sí, añejo Alberto; y luego un paseo por el Retiro con chaperona y silencios. Y que estás felizmente casado, hombre. Venga, el informe. Pero si no puedo avanzar, que me he dejado el proyecto aquél en casa. Le pediré a Raquel que me lo traiga a la oficina.

EL HOMBRE SACA EL MÓVIL Y TECLEA.

Hala, listo.

ARRIBA EL MOZO CON EL SEGUNDO PLATO.

-Le voy a pedir otra copita de este vino, que no sé qué pasa, si se evapora o qué…

EL MOZO DICE ALGO QUE NO LLEGA A ENTENDERSE Y COMPONE UNA MUECA QUE PODRÍA SER UNA SONRISA O UN ESPASMO.

Para qué le tengo que decir nada al mozo mala hostia este. Joder, sigue mirando. Voy a tener que hacer algo… ¿Por qué? Mira si uno va a tener que obrar, interactuar, cada vez que alguien lo observa a uno.

EL MOZO LE TRAE LA COPA DE VINO. MÁS LLENA QUE LAS VECES ANTERIORES.

-Gracias.

¿Me guiñó un ojo el tío este? Qué se piensa, que uno es alcohólico o qué. Y la otra, ahí sigue, dale que te pego con la miradita; que voy a tener que hacer algo, porque tengo que saber por qué me mira. Porque no puede ser una cuestión de… atracción. Con la de candidatos que tendrá, más jóvenes, guapos, bien posicionados y, sobre todo, menos gilipollas que quien les habla. Alberto, no más vino, que te estás poniendo alegrín.

Venga, me levanto y voy al lavabo, y de pasada, le pregunto si nos conocemos. Además, me estoy meando.

ALBERTO (YA ESTÁ BIEN DE LLAMARLO EL HOMBRE, CUANDO CONOCEMOS EL NOMBRE) SE PONE DE PIE Y SE DIRIGE AL LAVABO

Mira. Mira, Sostiene la mirada. Sonríe. Acércate y pregúntale, coño. Nada, a la vuelta del lavabo. Si es que estás tonto, Alberto, pareces un niñato, joder. Como si no hubieras preguntado nunca.

EN EL LAVABO

Qué alivio, dios, qué ganas tenía. Pero si es que me venía aguantando desde las diez o así. Ostras cómo me ha sentado de bien el vino este. Le tengo que preguntar cuál es. Es más fácil de beber que el agua.

SALIENDO DEL LAVABO

Ya está bien de tanta tontería. Que tengo curiosidad de saber por qué mira tanto.

SE ACERCA A LA MESA DE LA JOVEN, QUE ESTÁ UBICADA JUNTO A UN VENTANAL QUE DA A LA CALLE Y A UNA COLUMNA ESPEJADA – LA JOVEN ESTÁ SENTADA JUNTO AL ESPEJO.

-Buenas tardes, no he podido evitar notar que mirabas hacia mí como si me conocieras, pero no logro recordarte (Buen toque, Alberto, bien). Quizás si me viniera a sentar contigo o bien recordaría lo que hubiese para recordar, o, no sé, acaso podemos comenzar algo que valiera la pena recordar (Jolín, Alberto, que no has perdido las mañas; si esto es como andar en bici).

LA JOVEN ESBOZA UNA SONRISA MÁS AMPLIA, SIN TRAZAS DE SEDUCCIÓN, MIENTRAS RESBALA LA MIRADA HACIA, DIGAMOS, EL NACIMIENTO DE LAS PIERNAS DE ALBERTO, QUE, A SU VEZ, ARRASTRA SU MIRADA POR EL ESPEJO HACIA EL MISMO PUNTO PARA NOTAR UNA ZONA MÁS OSCURA.

Qué es eso. No me jodas, Alberto, no me jodas. Que te has orinado un poco el pantalón. Me cago en diez. Venga ya. Si es que hoy estoy tonto, pero tonto profundo.

-De las manos… del grifo, salpicó… vaya…

SE GIRA PARA IRSE.

-¿No quieres saber quién soy?

-Sí, sí… Claro, claro (mira cómo se sonríe ahora la condenada, cómo está disfrutando…).

-Verónica…

-…

-Verónica Gutiérrez Alvarado…

-…

-La hija de Emilio Gutiérrez Martínez…

-La hija… de Gutiérrez… Claro. Cómo has crecido, vaya (me cago en el vino y en tu santísima estupidez, Alberto; la hija del cabrón de Gutiérrez… Y esta se lo cuenta, claro… “acaso podemos comenzar algo que valiera la pena recordar” … en qué mierda pensabas, Alberto, grandísimo imbécil, no podías quedarte con la primera frase y punto, no…).

-Vaya, sí.

-Vaya… Se me está haciendo tarde…

-Me imagino.

-Sí, sí. Adiós.

-Adiós. Y ten…

LA MUCHACHA LE EXTIENDE UNA SERVILLETA DE PAPEL Y LE DICE

-Mira, después de todo, sí que hay algo que recordaremos

ALBERTO SE MARCHA. DEJA UNOS BILLETES SOBRE SU MESA Y HACE MUTIS POR LA PUERTA PRINCIPAL

© Marcelo Wio

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*


Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.