Tres hipótesis

 

De la Encyclopaedia Australis, donde se refiere acerca de una tribu de la cual no se ofrecen muchos detalles, pero que los estudiosos estiman ubicada en alguna de las islas del Mar de Salomón:

“Y dijo, una voz: Te quitarás la máscara para comparecer ante mí.
A lo que el hombre, confuso, respondió: no llevo máscara.
Claro que la llevas. Mas, no es del tipo que tú conoces.
¿Cuál es?
Eso deberás averiguarlo tú.
¿Pero entonces…?
Te quitarás la máscara para comparecer ante mí, respondió la voz, deshaciéndose en su inmaterialidad”.

El texto, atribuído al marino, geógrafo y malabarista escocés James Edward McLoghleen, sólo anota porciones de lo visto y oído. Partes que son incapaces de formar un todo.

Los estudiosos – tres en realidad: un agrimensor de la ciudad de Leeds, un ebanista de Heidelberg, y un granjero de Östersund –  suponen (dos de ellos) que se trata de un diálogo entre un Dios nuevo y un mortal. Un Dios que reconoce en el humano el maquillaje de otra deidad, según Highsmith, el agrimensor inglés. En tanto, Kaufman, el ebanista alemán, si bien no niega (al menos, explícitamente) el carácter “divino” del diálogo, hace hincapié en que esa brevísima conversación revela, antes bien, que dicha tribu tenía un concepto de máscara que trascendía lo material, un concepto metafórico; mucho más avanzado que el europeo de aquél entonces.

Finalmente, el granjero sueco sostiene que el diálogo era parte de una charla entre una mujer y un pretendiente particularmente feo; y que la muchacha confundió (benignamente) la fealdad con una máscara.

 

© Marcelo Wio

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