Regresaste

Foto: Gloucester, MA, por Marcelo Wio

Regresaste. Acaso, más como quien pretende

recuperar reflejos inmutables, perseverantes

sobre las superficies quietas,

que como quien accede a someterse

a retroactivas interrogaciones.

 

Mas, todo lo que habías sido o creído

ya no está. Ni huellas talladas,

ni rostros que te reconozcan, ni preguntas

que te confronten, que te demuestren.

 

Apenas unas cenizas

de una charla o una espera, el ladrido

de arrear ganado o instantes. La voz

de Higinio – ¿la suya; aún durando? –

mintiéndole historias a las piedras

de las paredes y los muretes. Lo dicho,

nada.

 

Regresaste. Para que todo

te rechace: ya no perteneces

a esta región de la idiosincrasia.

Y si caes en el desacierto de permanecer

más tiempo del que lleva una mirada

y un arrepentimiento ligero, corres el riesgo

de desintegrarte: como las edades que fuiste.

 

Porque regresaste a una ausencia. Espacio

entre la que te figuras memoria y el recelo ese

que te aguarda – o acecha –

al pie de la cama (como los fusiles, te dices,

sobresaliendo de las trincheras).

 

Regresé, te aseguraste. Como lo habías hecho

tantas veces antes, en tantos otros lugares.

Y siempre, el sitio, engañosamente idéntico

al recuerdo que te conduce

a ese retorno imposible: el de encontrarte

sin mella.

 

Regresé… Como si te estuvieras rescatando

de ti misma: es decir, del tiempo.

 

© Marcelo Wio

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