Raza Blas

Por Pablo Gabriel Cirimello Prono

Si uno piensa en el fútbol con cierto grado de abstracción, desde una óptica material, es una actividad que carece de sentido por completo. Once personas impulsando una esfera hacia un rectángulo. Y otros once procurando lo contrario. Pero claro: desde un enfoque artístico todo cambia. Hay danza, hay baile. Y ya no es tan importante la esfera en sí misma sino el movimiento de los cuerpos, coreográficos, y la destreza para engañar al que tiene otra camiseta. Yo creo que nada de esto se reflexiona (y está bien que así sea) antes de entrar a una cancha de fútbol.

Esta es mi historia (una síntesis) sobre Blas. Contaré primero el partido en el que lo conocí. Primer tiempo, empatábamos creo que 1 a 1 y él estaba afuera. Miraba, ¿analizaba? Entra en el segundo para nosotros porque un amigo se tenía que ir. Primera pelota que le llegó la paró y se quedó inmóvil y ante la marca de un rival, ensayó un caño. No salió. Segunda pelota que le llega: pase muy largo a un compañero que volvía. La pelota se va afuera. Fastidio de mis compañeros. ¿Estaba calibrando la máquina?

Pero ese día hizo un gol que después le vi hacer con frecuencia: el “buscapié”. Esperaba que se juntara gente en el área, mientras tanto amagaba a un lado y a otro, era raro lo que hacía, gracioso por momentos, parecía un gimnasta o un bailarín poseído, cuando al fin el área se poblaba, se quedaba quieto y tiraba un buscapié, luego de tres o cuatro carambolas, la pelota iba hacia al arco y terminaba por entrar, ante un arquero confundido o tapado. Ese día ganamos 2-1 y lo invité a tomar una cerveza después del partido.

No hablamos de fútbol. Me contó que estaba terminando el secundario (me mintió). Había ido a la escuela técnica, pero se había cambiado por el “ambiente”. Ahora estoy seguro de que en la escuela lo deben haber molestado, pegado, hostigado. Escuela y cárcel se especializan en castigar al diferente. Era autodidacta, leía de todo un poco. Trabajaba a la mañana en la fundición (esto me lo confirmó un tío que tiene una novia ahí). No mencionaba al padre. La madre trabajaba todo el día. Hijo único. Un solitario.

Empecé a llevarlo a los partidos, pero muchos no lo querían. No transpiraba. Y hacía “esas jugadas”. Por ejemplo, cuando quedaba mano a mano con el arquero en vez de pegarle al arco (fuerte abajo o apuntarle a la cabeza del arquero como indica el manual) se paraba en seco. Todo se detenía. Congelaba el tiempo. Entonces giraba sobre su eje, se ponía de espaldas al arco y apuntaba a uno de los defensores que venían a la carrera persiguiéndolo. El rebote entraba en el arco el 99% de las veces. En el 1% restante los compañeros lo insultaban y algunos lo agredían. Lo defendí un par de veces.

Otra vez teníamos un tiro libre a favor y pidió patearlo. Tiró un tiro como combado y suave por arriba de la barrera y él mismo fue a buscar la pelota, cuando ésta caía sobre su pecho, un rival, irritado, le pegó una patada en el culo. Fuera de contexto. Pero era penal. No quiso patearlo. No le interesaban los penales.

El día fatal hubo partido. Yo no fui, pero me contaron algunos detalles. Sé que intentó algo nuevo. Al parecer se paró en la mitad de la cancha y le pegó a la pelota en sentido vertical, alto, muy alto, la pelota empezó a dar grandes rebotes. Todos miraban sorprendidos, calientes. (Me dijeron que antes había estado mirando las nubes y como se movían). Después de varios rebotes vino un viento fuerte y la pelota fue a dar al travesaño contrario. Después uno de los nuestros le pidió que se vaya.

Lo que vino después se ve en los videos de las cámaras de seguridad de la autopista. Él haciendo pasos de baile en la mitad de la autovía, como poseído, esquivó (o deberíamos decir hizo pasar de largo) varios autos, o tal vez pensaba que era pelota y los autos las piernas, no sé, tentó al azar, hasta que apareció un camión (a esa hora solo el 1% del tráfico son vehículos pesados) y dio por terminado el juego.

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