Descubrimiento de la exactitud

La exactitud se descubrió en Sichuan, China, un día del año 1127, cuando Li Tan disparó el primer proyectil lanzado por un cañón (o su precursor) y dio en el blanco – es decir, desguazó la humanidad de uno o varios fulanos reunidos en calidad de enemigos.

Pero no fue Li Tan ni ninguno de los que se encontraban con él quienes descubrieron tal concepto, sino uno de los comandantes rivales que vio cómo el artefacto desgraciaba a algunos de sus soldados.

Se refiere que esa noche, deliberando estrategias y demás cuestiones propias del arte de del guerrear, el general Huon Lo Jing, dijo a propósito del artilugio rival que se trataba de una “máquina que anulaba los defectos del hombre para realizar las tareas propias del combate”; es decir, que realizaba sin exceso ni déficit la acción de mermarle el ejército al oponente. Y definió toda esta perorata – que sus colegas comenzaban a sospechar como una poco velada admiración del adversario – con la palabra china que equivale a “exactitud”: “más allá de la antigua actitud subordinada al azar”.

A Huon Jing terminaron ejecutándolo poco después por traidor, a pesar de que no había prueba de ello, juzgaron que su discurso pretendía denostar y desmoralizar a su propio bando – lo cierto es que un camarada suyo pretendía su puesto y a su mujer. Irónicamente, en el siglo XIII, un descendiente del conspirador comenzó a compilar un tratado que tenía como fin servir como guía para la utilización (disparo) de armas que involucrasen la utilización de la pólvora. Desconocedor de la historia de Huon Jing, lo tituló Huolongjing; porque, carambolas del destino, quiere decir algo así como “manual del fuego del dragón”.

© Marcelo Wio

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